¿Qué tan lejos? Por Mariano Fortuna


En un contexto asimétrico de obligaciones y responsabilidades, donde el Estado exprime cada vez más los bolsillos de los ciudadanos a cambio de servicios caros, malos, y en muchos casos inexistentes; la muerte por desnutrición de Néstor Femenía, un niño de la comunidad Qom en el Chaco se convirtió en la tragedia argentina de los últimos días.
Fuera de las vicisitudes y de los pases de facturas cruzados sobre qué orden del Estado/funcionario es más culpable o más inútil. Este triste suceso abre una panorama de interrogantes sobre cuál es la verdadera dimensión de la problemática. Invita a cuestionar la supuesta “solidaridad” detrás de una coparticipación que queda sólo en el discurso. Y pone las base sobre las cuales puede plantearse un paralelo sobre la situación de un vasto grupo de personas en profundo estado de indefensión, y desde allí, medir distancias. Observar con cierta perspectiva cuánto de la realidad estructuralmente deficitaria de buena parte de las provincias del norte argentino comienza a aparecer, asomándose espasmódicamente, en la cotidianidad de nuestra ciudad y la zona. ¿Qué tan lejos estamos de la realidad fatídica del niño Qom?
La articulación de políticas empobrecedoras y la consecuente falta de oportunidades han provocado flujos de migraciones internas, que han derivado en el crecimiento de zonas de marginalidad con serios déficits habitacionales en anillos periféricos (y no tanto) de las zonas más pujantes de la Argentina. La marginalidad de hoy, inserta en el corazón del triángulo geográfico que forman Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe; muestra facetas de pobreza estructural tan graves como las zonas más pauperizadas del norte. Techos de chapa cubiertos con bolsas de plástico y piso de tierra. Ambientes mínimos. Hacinamiento. Ni cloacas, ni agua, ni gas. Son factores que confluyen en un riesgo socio sanitario que enciende las alarmas sobre el futuro de las personas que viven bajo esas condiciones y sobre la capacidad de respuesta de los Estado locales frente a esta situación.
En Villa Constitución, asistimos a esta realidad, con altas dosis de cómplice sorpresa y desagrado, cuando a mediados del año pasado los repetidos hechos de inseguridad comenzaron a correr el velo sobre la envergadura y profundidad de la situación de marginalidad de ciertas zonas de la ciudad. Allí, enfermedades infecciosas como la Tuberculosis, crónicas enfermedades pulmonares propias de la humedad de la zona de barrancas, entre otras, se funden a un panorama de violencia y desprotección conformando un cóctel fatídico que limita toda perspectiva de futuro. Son las condiciones locales que modelan a nuestros trágicos Néstor Femenía.
De la movilización del mes de octubre, queda la enseñanza de que hay una profunda brecha entre la realidad querida y la existente, la cual exige atención. Los Municipios ya no pueden ser observadores pasivos de estas cuestiones. Las demandas han cambiado, las exigencias precisan soluciones eficientes. Pues, lo que crece a la sombra del planeamiento del Estado local es lo que mina las posibilidades de desarrollo, maximizando el peso de las consecuencias y sus costos de resolución.
En vísperas de unas elecciones de tiempos ajustados, donde se augura una andar frenético de candidatos repartiendo promesas como si fueran caramelos; bien vale la pena tomarse el tiempo para cavilar respecto al proyecto de ciudad que debe plantearse de 2015 en adelante, y la inmoralidad que supone voltear la cara frente a esta realidad. Los pequeños errores del pasado son nuestros grandes problemas de hoy. Es esperable entonces que de la incomodidad surja el cambio.
Por @marianofortuna