Vecinos quedaron en medio de una violenta disputa entre pandilleros

“Saquennos la droga del barrio”, era el grito desesperado de Martín un comerciante que tiene su salón de ventas en la esquina de Bolívar e Irigoyen. Sus gritos estaban destinados al personal de los tres móviles de Comando Radioeléctrico que llegaron para intervenir en un violento incidente ocurrido en la madrugada del domingo, cuando llovían contra su comercio botellas y todo tipo de proyectiles arrojados por un grupo de jóvenes desde el techo de una casa ubicada en la ochava que se encuentra cruzando la calle. Era el punto culminante de una serie de incidentes que comenzaron algunos meses atrás.
Aproximadamente unos seis meses antes de este ataque llegó al tranquilo vecindario una familia de cuatro miembros, padres y dos hijos, que se radicaron en una casa ubicada en Bolívar al 1200, la cual alquilaron a una inmobiliaria local. El padre de familia sería un empleado municipal. Al poco tiempo ese domicilio, que posee un amplio patio en su frente, de tapiales bajos y rejas negras, se convirtió en el sitio de encuentro de una docena de jóvenes que, según los vecinos, se reúnen allí a fumar marihuana. Están en ese lugar entre las 14 y las 17, luego desaparecen para volver al anochecer. Siempre con un aspecto amenazantes y su cabezas cubiertas por capuchas.
Hasta este fin de semana, más allá de provocaciones y molestias en el vecindario no habían generado hechos de violencia graves. Pero todo cambió el viernes por la noche, alrededor de las 22, “paró un auto acá, baja un muchacho y uno se queda en el auto”, relató Martín en referencia a su salón de ventas “El Terko”. Entonces “se cruza el hijo del dueño de la casa (de Bolívar al 1200) y cuando sale el que estaba comprando lo agarra a puñetes”, contó el comerciante. El agredido reaccionó y puso en serios aprietos al agresor, pero este pronto recibió la ayuda del resto de su grupo que se abalanzó sobre el joven”.
Primera batalla
En medio de la pelea, entre el otro ocupante del auto, hermano del agredido, y el hijo de Martín, intentaron calmar los ánimos mientras que del grupo de agresores llovían piedras hacia el auto, un Renault 12. A la vez arribó un móvil de Comando Radioeléctrico convocado por los vecinos. Finalmente la gresca terminó y los dos agredidos partieron raudamente aunque algunas otras piedras cayeron sobre el auto. Aparentemente todo se originó por una larga disputa que mantienen los jóvenes que se reúnen en la casa de calle Bolívar con los dos hermanos que son mellizos, presuntamente por cuestiones relacionadas con la venta de estupefacientes. Para los vecinos no solo se consume marihuana en la casa en cuestión sino que también se comercializan estupefacientes.
Tiros y palos
Esa misma noche, una vez que la policía se retiró, los mellizos volvieron con refuerzos, aparentemente armados, con ánimo de venganza e ingresaron por la fuerza al domicilio de calle Bolívar “entre tiros, palos y amenaza de incendiar la casa”, según el testimonio de Martín. Como consecuencia, las ahora víctimas de la agresión llamaron a la policía y volvieron los móviles de Comando Radioeléctrico. Luego de unos tensos minutos la situación se serenó y los mellizos se retiraron, y los móviles policiales también. Pero una hora después regresaron los mellizos y se repitieron los disparos de arma de fuego contra la casa. Durante el resto de la noche prosiguieron los enfrentamientos hasta que al amanecer del sábado se recuperó la calma pero la tensión seguía latente.
Objetivo equivocado
La noche del sábado llegó al vecindario con el temor que los enfrentamientos se repitieran ya que los vecinos advirtieron que el grupo de jóvenes de calle Bolívar se encontraba parapetado sobre el techo de la casa ubicada en la ochava, esperando un nuevo ataque y prestos a repelerlo. Incluso el ‘padre de familia’ habría estado con ellos provisto de una cámara filmadora. En esa circunstancia, y ya entrada la madrugada del domingo, alrededor de las 3, el grupo de jóvenes confundió a uno de los hijos de Martín con los mellizos, cuando cruzaba a pie frente a la casa, y comenzaron a arrojarle todo tipo de proyectiles. Los que luego fueron destinados a Martín cuando salió a pedir calma a los agresores.
Nuevamente fue convocado el Comando Radioeléctrico “mientras seguían lloviendo balas y botellas de vidrio”, aseguró Martín. Conclusión “había siete policías hablando con los delincuentes y otro parándome a mi y diciéndome: No hagás nada”. Tanto el propio Martín como otros vecinos les pedían a los uniformados que subieran al techo a capturar a los agresores pero “nos decían que no podían hacer nada”. Todo ocurría entre gritos de los vecinos pidiendo que arrestaran a los jóvenes y que erradiquen del barrio la venta de estupefacientes, “les gritaba, ustedes, policía sáquenme la droga de acá”, recordó Martín.
“No era para Usted”
En medio de todo el incidente y cuando todavía Martín se encontraba exigiendo que la policía actuara con mayor decisión, vio que se acercaba hacia el un hombre corpulento, con su mano extendida, que le dijo: “Discúlpeme, esto no era para usted”. Se trataba del hombre que alquila la casa de calle Bolívar, el ‘padre de familia’, que implícitamente aceptaba que junto al grupo de jóvenes habían armado una celada en espera del ataque de los mellizos. Parece increíble, pero esto ocurrió en pleno centro de la ciudad. Como corolario los agresores fueron trasladados a sede policial pero recuperaron su libertad pocas horas después. Hasta el cierre de nuestra edición, la calma se mantenía en el vecindario que añora los tiempos en que podían caminar por sus calles sin temor a quedar en el medio de un enfrentamiento entre pandillas.
La frase
“Sáquennos esta gente de acá antes que maten a alguien”, fue uno de los pedidos que los vecinos realizaron al personal policial. “Hagan algo por nosotros”, imploraron.