Una escuela perdida en el campo

La escuelita del Paraje Rubiccini se encuentra no muy lejos de nuestra ciudad pero se torna lejana y hasta a veces inaccesible si las lluvias convierten en intransitable el largo camino de tierra que lleva hasta ella. Ahora bien lo sabe Ivana Cerella, maestra villense que desde hace algunos meses es el único personal a cargo y se desdobla para atender como docente, directora y portera a la media docena de alumnos, hijos de puesteros de estancias que, a veces, a duras penas llegan a clase.
La escuela es una vieja construcción que se levanta solitaria en el campo, con una sala alta y fría por único salón y algunas modestas dependencias (húmedas y oscuras) para depósito, cocina y albergue. Hasta allí llegamos con Alejandra Perezzutti, maestra de la escuela Divino Maestro que les llevó los juguetes, golosinas y útiles escolares recolectados por sus alumnos de 4º y 5º grado para donar a los chicos “del paraje Rubiccini”. “Necesitamos mucho, esta presencia a ellos les hace bien; a la escuela le hace bien y necesitaríamos muchas cosas más, así que desde ya estamos agradecidos”, expresó emocionada Ivana.
Ivana viaja a diario en su viejo Fiat 147 por “un camino de tierra, son varios kilómetros desde la autopista, así que muchas veces los chicos no pueden concurrir por las inclemencias del tiempo. Y este año además sufrimos el frío lo que impidió que pudieran venir a clases porque viven muy lejos de la escuela y al llegar se encuentran que no tenemos la calefacción que necesitan para que se les pase el frío desde la llegada”. La escuela no posee gas natural y dependen “de estufitas eléctricas” insuficientes para una sala tan amplia. Merced a una campaña en Facebook la maestra logró la donación de una garrafa de 15 kilos a la que adosó una pantalla, pero igual el frío se hace sentir.
“Necesitamos de mucha ayuda, por ejemplo no tenemos heladera, por lo que aprovecho para pedir una, aunque sea chiquitita. Estuve mandando cartas pero en esta realidad que se vive es un poco complicado, descreen de los pedidos que hacemos, por los abusos que hay”, relató Ivana. Asimismo señaló que necesitarían una garrafa más “para poner otra pantallita más para que el año que viene los chicos no padezcan el frío”. Sus alumnos “vienen desde muy lejos y uno le quisiera brindar todo lo mejor para que ellos las horas que estén en la escuela están en un ambiente agradable. Es el derecho de ellos”.
Pese a estas dificultades “es una escuela pequeña pero cálida de amor”, destacó Ivana quien quedó a la espera de la visita solidaria de quienes puedan acercar su colaboración. Para llegar hay que tomar la autopista y al llegar al puente de Theobald, subir por la colectora, doblar a la derecha y seguir el camino de tierra que desemboca en el edificio escolar. Es largo, uno teme haberse perdido, pero vale la pena la experiencia. La carita agradecida de los chicos recompensa con creces el esfuerzo.