42km: El universo en las sierras

La prueba oficialmente se llama 42k pero en realidad fueron 43,500. La mescla previa que tuvo de ansiedades, nervios, impaciencia, miedos y algarabía se resumen en un solo sentir: adrenalina.
En charla con Barrios, la villense le contó a Tribuna Sur cómo vivió este desafío cordobés que significó un antes y un después en su pasión atlética.
“Cómo poder describir lo que una va sintiendo. Es tanto con la preparación, la carrera en sí y la llegada que no entra en el alma. Para los que no son corredores supongo que debe ser difícil entenderlo, pero el deportista me comprenderá”, comenzó diciendo.
Y prosiguió: “La madrugada de la carrera me desperté a las 4 am. Me dije: dormí, el descanso te va a ser falta allá arriba, pero no pude. Sonó el despertador y me levanté de una, así nomás. A las 6 en punto partimos con Gustavo (su marido) para El Durazno. Llegué con la linterna encendida porque no hay alumbrado público allí. No fui la única, todos teníamos las linternas encendidas listos para partir. Me encontré con tantos conocidos. Nos fuimos al arco, rezamos y nos deseamos lo mejor.”
Sin querer perderse ningún detalle, Fabiana relató que “empezamos a recorrer el largo camino de los 43,500 por el Amanecer del Comechingón sin luz, sólo con la de las linternas. Se agudizaron los sentidos porque hay que concentrar bien, te puede pasar que si mirás atrás o al costado corrés el riesgo de caerte. De pronto comenzó a aclararse el cielo y aparecieron las sierras en toda su majestuosidad. Llegó el tramo y el primer arroyo que tenés que cruzar sí o sí. Fue el momento en que alguien me dijo ‘seguí corriendo que ya se va a calentar’. Fueron los primeros 23km”.
De acuerdo a lo que nos contaba Barrios, fueron una larga, infinita y durísima subida sin tregua que de vez en cuando daba un descanso con una bajadita. Su palabra fue contundente transmitiendo sensaciones, no nos costó transportarnos a ese momento.
Fabiana siguió al pie de la letra las instrucciones de su entrenador, Pacho Quiroga, quien le había indicado qué y cuándo comer, y qué signos de su cuerpo debía sentir. Así no hubo deshidratación ni falta de energía.
Y continuó: “Cruzamos arroyos de agua helada que lejos de hacer caer mis fuerzas, me relajaban las piernas, corríamos por pastizales altos siguiendo un caminito imaginario que los más adelantados habían dejado. Mi primera meta era llegar entera hasta al km 23. Llegamos. Eran esos puestos típicos de montaña, un rancho humilde pero con la grandeza de sus moradores que nos esperaban con mate cocido y tortas fritas. Las más ricas de mi vida. Gente maravillosa. Seguí y me dije ‘faltan 20K… nada!’.
Lo mejor, por venir
La última mitad se podría decir que fue la más fuerte en emociones, la más universal en sentimientos. Fabiana hacía volver el tiempo atrás con su minucioso relato: “Después de hacer varios tramos sin más compañías que las de las sierras, llegué a un puesto de control y pregunté cuánto falta, 10k me dijeron y no lo podía creer. En tanto iba viendo desde arriba el valle, el río sinuoso, inolvidable. Allí empecé a cruzarme con gente a caballo, un fotógrafo audaz que subió hasta ahí y me dijo dale que sólo restan 3,5. Comencé a visualizar la llegada, y mi emoción empezó a fluir. Las cintas coloradas se desviaron a un caminito a mi izquierda, las seguí y unos muchachos me gritaron ‘te faltan 500 metros!’, no lo podía creer”.
Las sensaciones comenzaron a mezclarse para Barrios que entraba en su tramo final, pero de la historia: “Unos metros más y unos que mateaban me avisaron que a la vuelta estaba la meta, entonces es cuando empiezo a soltar más enérgicamente las lágrimas. Y sí, di la vuelta y ahí estaban Eva Mena sentadita. Cruzo el arco de llegada y me lo encontré al organizador Daniel Stefanía, a quien abrazo y le doy gracias por este regalo. Levanté la vista y la veo a Silvita Aroza, mi hermana del alma, Analía. Temblé. No había cansancio, sólo mucha paz. A la izquierda, siempre humilde, siempre leal a mis proyectos y sueños, compañero inigualable, paradito con una sonrisa franca me esperaba Gustavo. Nos abrazamos! Era un sueño más cumplido, uno de los tantos que nos marcamos juntos.”
Impresionante de sólo imaginárselo, más aún debió ser el haberlo vivido.
Y esta nota debe terminar, nobleza obliga, con otro de sus párrafos tan ilustrativos: “Gracias Comechingones, fui muy bien recibida y agasajada. Cada paso valió la pena. Fui y soy inmensamente feliz”; concluyó la atleta.