Vergonzoso accionar policial al terminar el clásico villense

Por Soledad Zabala (szabala@elsurdiario.com.ar)
El hecho ocurrió una vez finalizado el clásico entre Riberas del Paraná y Porvenir Talleres en cancha del primero, minutos después de las 19 del domingo. Fueron 75 los efectivos policiales destinados a un operativo de seguridad que hasta ese momento no había presentado mayores dificultades. Cuando el partido terminó, y como es tradicional, la hinchada visitante debía abandonar primero las instalaciones. Esto se produjo entre un cordón policial que desde antes que los jugadores dejaran el campo de juego y de mala manera, ya exigían a los simpatizantes que dejaran el estadio. Ante la demora del grueso de la hinchada, la impaciencia fue creciendo para los policías que recurrieron a los palazos para despejar el lugar. La respuesta de parte de la gente de Talleres fue arrojar piedras. Ni una ni otra cosa es correcta, pero nada justifica lo que sucedió después.
El panorama a ese entonces dejaba entrever palazos y gente lesionada por los golpes (entre ellos un policía de civil que tuvo una herida cortante en su cabeza por un palo de la policía), y piedras que llovían lesionando de manera leve a cuatro uniformados que estaban cubiertos por cascos, escudos protectores y que a su vez portaban cachiporras y armas.
Pero no todo quedó en eso ya que por calle Moreno (con dirección a barrio Talleres a donde se dirigía la hinchada visitante), se vivió lo peor.
Lamentablemente es común ver no sólo en nuestras canchas sino en todos lados, a la Policía “disipando” a los “revoltosos” disparando balas anti tumulto (balas de goma), que deben ser arrojadas al aire. Algunos pocos policías se centraron en esa premisa y el cielo fue testigo de eso, pero en su gran mayoría las balas buscaban a las personas, las buscaban indiscriminadamente, no se detuvieron al ver niños, abuelos, mujeres. No se detuvieron ni ante una criatura de poco más de 10 años que cayó tendida con un impacto en su rostro, no se detuvieron ni ante los gritos desesperados de algunos pocos policías que daban la voz de alto y decían “si siguen esto va a ser una carnicería”. El panorama era desolador, y hasta un policía ubicado en Belgrano y 14 de Febrero disparaba sin dudarlo a una cuadra de donde se sucedían los hechos, sin tener en cuenta que en ese trayecto algún vecino que pasaba por ahí podía ser lastimado. Nada importó, y no es la primera vez. “Podría ser una desgracia”, es la frase que suele escucharse en estos casos, y gracias que todavía podemos decir “podría”, pero tenemos que parar con esto antes que sea tarde.
Nada justifica las piedras, pero nada justifica los palazos previos a ellas. Nada justifica que un policía sea agredido, pero con qué autoridad ellos deciden disparar a cualquiera que se cruce por el camino. Con qué autoridad niños, mujeres, abuelos, jugadores, familia tienen que irse de lo que debería ser una fiesta agradeciendo que no sucedió nada peor. Y con qué autoridad un efectivo policial soslaya libremente que la solución es “no prestar más seguridad en los partidos de fútbol”. Hasta lo que me enseñaron mis padres, mis docentes y la vida, la violencia no se frena con más violencia y la Policía es un hombre (una mujer) que está ahí para velar por mi seguridad, una persona heroica a la que debo respetar. El domingo toda esa teoría quedó nula y me encontré en medio de una situación que ya viví antes, pero que no quiero volver a vivir.
“Vergüenza me da ver a un nene en el hospital con ojos irritados por gas pimienta”, contó una mujer. “Vi las cosas como si fuera una película, tiraban de la cintura para arriba, vi cuando una persona cae y en el suelo le siguen tirando”, continuó.
Y los relatos no pararon de llegar a nuestra redacción: “No discriminaron (chicos, adultos, mujeres, discapacitados) y cualquiera que se encontrara saliendo de la cancha de Riberas por calle Moreno. Empezaron a tirar gas pimenta por doquier, palazos al que se les cruzara en el camino y de tiros bueno, eso no tiene nombre como nos acribillaron”, contó un lector y destacó: “Yo soy unos de los tantos que tiene varios impactos de bala de goma por distintas partes del cuerpo, como así también muchos de los chicos que conmigo fueron ver este espectáculo que se desarrolló durante los 90' de maravilla”.
El domingo lo pasó Talleres, muchas veces también lo sufrió Riberas, pero no importa la casaca del agredido, no importa si es un partido de fútbol, importa que la Policía no está para eso, está para dar el ejemplo, para cuidarnos y para darnos una seguridad que el domingo se transformó en despotismo.