La solución a todos los problemas. Por Alejandro Bongiovanni
Cuando un alcohólico empieza a beber –decía Milton Friedman– los efectos buenos vienen primero, sólo los malos se presentan al día siguiente cuando se levanta con resaca, y a menudo no puede mitigarla más que sintiendo la imperiosa necesidad de volver a beber. El paralelismo con la inflación es exacto. Cuando un país inicia un período de aumento de precios, los efectos iniciales parecen buenos. La cantidad más alta de dinero permite que cualquiera tenga acceso a él para gastar más. Hay más puestos de trabajo, la actividad económica se anima y –al principio– todo mundo es feliz.
Pero entonces, el mayor gasto empieza a aumentar los precios, los trabajadores se dan cuenta que el salario que perciben, aún más elevado, les permite adquirir menos bienes; los empresarios ven que sus costos han aumentado, de modo que las ventas adicionales no proporcionan los beneficios anticipados y tienen que aumentar aún más los precios. Empiezan las consecuencias negativas: precios más elevados, demanda más apagada y finalmente inflación con estancamiento. Hasta aquí el Premio Nobel de Economía 1976.
El gobierno argentino sostiene que la emisión no genera inflación. Así lo consideran la titular del Banco Central (BCRA), Marcó del Pont (“descartamos que financiar al sector público sea inflacionario”); el viceministro de Economía, Axel Kiciloff (“defendemos la emisión como factor que dinamiza el crédito y las políticas de restricción a la compra de dólares”) y la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández, (“la inflación no es un fenómeno biológico”).
Quizás el gobierno tenga razón, y los $85.602 millones que imprimió el BCRA durante 2012 no generan inflación. Quizás su argumento sea el correcto, y los gastados billetes con el rostro adusto de Julio A. Roca no serán reemplazados en 2015 para empezar la serie de cero –y que no se note tanto el nivel de emisión–, sino con el sólo objeto de brindar un sentido homenaje a Evita. Quizás ellos estén en lo cierto. Quizás Milton Friedman esté equivocado.
Pero si realmente Marcó del Pont cree que el aumento del circulante no devalúa su valor; si honestamente Kiciloff piensa que más billetes no producen aumento en los precios; si con sinceridad, Cristina Fernández supone que la inflación es una cuestión natural que nada tiene que ver con la actividad del BCRA, cabe hacerles una pregunta. ¿Por qué no imprimen lo suficiente para solventar todos los gastos que sean necesarios?
Va un ejemplo ¿los jubilados quieren el 82% móvil? Emitamos lo suficiente y paguémosles. Es más, démosles el 200%. Imprimamos billetes y paguemos la deuda externa, compremos diez fragatas y repatriemos a Messi para que juegue en un equipo local.
¿Verdad que no funciona así? Entonces alguien está mintiendo.