Un buen negocio. Por Alejandro Bongiovanni.
Mauricio Macri, jefe de Gobierno de la CABA, reconoció, en su Declaración Jurada, que su patrimonio personal se incrementó 85% en el último año. Abal Medina, jefe de Gabinete del Gobierno Nacional, logró aumentar su acervo en un 49% en doce meses. Hasta Manzur, el ministro de Salud de bajo perfil que reemplazó a Ocaña, ya logró un 51% de aumento patrimonial, teniendo en la actualidad casi 10 millones de pesos. Quien rompió todos los porcentajes fue Arturo Puricelli, ministro de Defensa, quien con un aumento de 130% les ganó a todos. El Ministro junta casi 4 millones de pesos, y tiene una reserva picarona de 14.000 dólares.
Cabe recordar, por supuesto, que Cristina y Néstor amasaron una fortuna de nada más y nada menos que 80 millones de pesos, cifra absolutamente inédita en la historia patrimonial de los mandatarios argentinos.
Estos pocos datos, ejemplifican una verdad conocida por todos: la política es uno de los negocios más rentables en nuestro país. ¿Qué otra actividad ha logrado crecer un 80% en el último año? ¿Quién ha logrado un incremento salarial del 130%? Mientras los empresarios se debaten en cómo producir y vender más, y los trabajadores se ocupan en mantener su puesto, el sector burocrático sólo se encarga de crecer cuantitativa y cualitativamente.
Entre las muchas ventajas de hacer política en lugar de trabajar, cabe enumerar que los funcionarios políticos I) no tienen que cumplir resultados concretos II) no tienen que cumplir horarios estrictos III) no tienen responsabilidad por sus actos y –a veces tampoco por sus ilícitos– IV) su nivel de paga no tiene relación con ningún servicio prestado, sino con lo que ellos mismos se asignan V) pueden usar el poder e influencia del estado para lograr negocios personales VI) no requieren conocimientos específicos (mientras que un tipo que sabe de plomería, se dedica a ser plomero; un político, sin importar qué sabe o qué ignora, puede ser diputado, senador, intendente o presidente) VII) es una profesión de alta movilidad (se cambian de puestos, y hasta de partidos, con facilidad).
Estos incentivos son suficientes para que muchas personas se vean atraídas al interesante y complejo mundo de la política, donde en cada partido seguramente habrá algunos idealistas natos, otros idealistas a los que también les gusta el efectivo, y también puros mercenarios. Tampoco es raro que en la política terminen decantando muchas personas que en realidad no saben bien qué hacer con su existencia, o que se saben portadores de una supina ignorancia, y ven en el aparato estatal un ámbito donde conseguir los ingresos que no serían capaces de lograr en el sector privado.
Cabe concluir que la política es, si se sabe hacer carrera, uno de los negocios más lucrativos y menos riesgosos que uno puede encarar. Eximido de retenciones u obligaciones impositivas, la función pública permite un variopinto corolario de maneras de hacer dinero. Por lo pronto, cabe reflexionar lo siguiente: ¿alguien realmente cree que si toda la casta política se toma vacaciones, digamos, por dos meses, algo importante va a dejar de funcionar en el país?